
Mi cámara estenopeica ha retratado lo último de tu obsolecencia. Te has puesto de espaldas y he encontrado el encuadre perfecto para retratar lo que has significado, desde que llegaste hasta el día de hoy y te confieso que no temo equivocarme.
Recuerdo perfectamente que era un día nublado. Desperté temprano y desde la ventana de mi cuarto, a lo lejos, pude ver el jardín opaco, casi oscuro con esas nubes grisáceas que pasaban sin prisa y anunciaban la llegada del amanecer. A lo lejos, unos árboles inmensos, casi negros envueltos en una capa de lamento, como si el cielo de pronto se hubiese deprimido y los árboles junto con él. Era el inicio del invierno en Lima.
Terminé de despertarme, de abrir bien los ojos y corrí hasta el baño, me mojé la cara y pensé un momento, presentía que algo iba a pasar aquel día, la última vez que desperté tan agitado fue cuando hace algunos años fue la fiesta de promoción de mi ex y ese mismo día mi tía se murió de cáncer. Fue un día raro que de pronto se acabó y me quedó como uno de los más felices y más tristes de mi vida a la vez.
La Javier Prado a las 7 de la mañana es intransitable. Probablemente sea la hora más estresante de todas, además de la noche, no me parece una ciudad para nada cómoda ni inspiradora, solo hay un lugar que me llena de paz y de nostalgia infinita, un lugar que me hace pensar en que, realmente Lima debe ser todos sus distritos copiados y pegados tal y cual como aquel, como Miraflores. Es el único lugar en el que se puede ser uno mismo sin que nadie te diga un carajo o te mire extraño. Eso sí, erradicaría a los serenos, o mejor, cambiaría las normas, que no se lleven a nadie por tomar, o besarse apasionadamente o fumar un poco de marihuana, ah que sí.
Me encuentro con Allison, una amiga mía leal, una de las pocas, aunque algo rara, me dice que vayamos a tomar un café, lo acepto, nos vamos, la historia no se debe prolongar mucho, a los 20 minutos de estar sentados tomando el segundo café, apareció ella.
A Camila le hice la primera radiografía inmediatamente después de que la vi por primera vez pasar por mi costado. Yo estaba con el celular algo apurado, y ella sentada como si esperara a alguien, de pronto levantó la mirada, fija, profunda, yo sostuve esa mirada, me sorprendió la seguridad y la altivez de sus gestos, pero eso lo pensé después, en un primer momento la odié, pasé de largo también con un gesto de autosuficiencia y no la volví a ver.
Esa imagen se me vino a la mente aquel frío día de inicio de invierno. Era la misma persona que vi hace un tiempo, se llamaba Camila y tenía esa luz de melancolía que pocas personas tienen. De pronto nos hicimos amigos por la red social y hablamos más, ¿cosas en común? infinitas, ¿Diferencias? más aún, ¿Peleas? mil. Era ella, Allison me prometió que nos llevaríamos bien. En cierta parte cumplió, solo en cierta.
Camila es la espera de un ciego por los ojos que jamás le van a llegar. Es la espera de una estrella fugaz para pedir un maldito deseo. Es una poeta maldita, ella lo sabe pero a veces le cuesta darse cuenta. Desde que la conocí ( y justamente en invierno) recobré viejos fantasmas que tenía escondidos hace mucho, posee una crueldad inusitada, es dueña de un sarcasmo que arrancaría cualquier indicio de candidez de alguna persona. Fría cuando lo quiere y tiernamente infame cuando lo desea, pasional, intensa, depresiva y maniática, Camila ha creado un mundo en el que ella es la protagonista principal de un cuento que puede cambiar, pero del que jamás va a poder salir por voluntad propia, lo intenta pero no puede, está predispuesta a eso y cree no tener la solución ni las respuestas, a veces la superficialidad la mata, la arruina, pero intenta no hacerle mucho caso, es como si estuviera intentando morirse en vida para evitar que la entierren en su propia presencia, es un vendaval de sueños rotos y de decepciones amorosas.
Me gustaría ver si Camila reacciona algún día, si encuentra esa llave que abrirá la puerta que tanto desea encontrar, mientras tanto sigue entre los mortales viviendo como una extraterrestre, Camila no es humana, no es mortal.
Estaba enamorada de alguien que, para variar, le falló. Fueron demasiados años perdiendo su tiempo entre amores que siempre han terminado en lo mismo, han ayudado a sus depresiones y la han mandado en el éxtasis de la búsqueda del amor correcto, o de lo que es peor, de cualquier sentimiento que se le paresca al amor, para suplir esa necesidad que jamás nadie pudo suplir.
Tiene el cabello negro, grande y lacio, los ojos vivaces y la mirada profunda, camina como si estuviera completamente segura de los pasos que da, hasta que al fin la pueden conocer, es agresivamente impredecible. Vive defendiéndose de toda la "mierda" que la rodea, de ese otro mundo que intenta violentar el que ella ha creado y suele sumergirse en llantos interminables porque siente que no hay nadie, absolutamente nadie en su vida.
Todo esto hasta que llegué yo a intentar resolverle la vida.
Como siempre, fracasé.
Mi error ha sido ver cada carencia que ella tiene y hacerla como mía, intentar ser el superhéroe que ella no necesita, o al menos no a mí, mi error ha sido mostrarme como una opción para un cámbio fugaz dentro de la muerte súbita que es su vida completa, nunca debí esperar tanto para decirle las cosas, jamás debí dejar que mi miedo me ganara y por eso terminar perdiendo, es más, empiezo a sospechar que jamás debí decirle nada, a pesar del largo tiempo que pasó. Cuando estaba con ella tenía una cierta tendencia a la depresión que vuelve cuando por algún motivo (y solo cuando me necesita para algo) ella tiene a bien hablarme. Fui un súbdito del reino en el que ella es la emperadora, ama y señora de cada decisión que toma sobre los demás, sin importar quién sea, su juego mortal al final terminó por envenenarme.
Hablábamos muy a menudo, ella era más bien lacónica, quería aparentar esa ecuanimidad que yo a veces, equivocadamente, le transmitía. Camila era la volatilidad caminando, o mejor dicho, flotando. Silente como una flor que se va marchitando por el paso del tiempo, ella así juraba que pasaba y pasaba, sin embargo, no había razón más exacta que la de llamar la atención para que alguien la pueda atender y darle todo eso que le falta, y no digo que esté mal, simplemente así tomé la radiografía y así expongo mi diagnóstico.
Entonces, yo no podía suplir lo que ella buscaba por más de que lo intentaba, fue difícil hacerme la idea de tener esa verdad inconmesurable, irrefutable, imborrable del "jamás contigo, jamás" y yo no soy de aquellos que "si no es contigo, no es con nadie" aunque me duela, he esperado más de un año y es más que suficiente. Camila, te confieso que he conocido a alguien.
Vas a pensar que es una más, que es igual que contigo, porque te hiciste un concepto equivocado de mí pero yo sé quien soy felizmente, y los demás también lo saben, mil veces conocer frente a frente, antes que guiarse por comentarios absurdos, la historia para mí no se escribe así, qué ironía ¿no te parece?
Desde aquel día con Allison en aquel café por la mañana de Lima gris y oscura, hasta hoy, han pasado más de 365 días, mucho más rápido de lo que pensé, y volviendo a la consulta después de tanto me doy cuenta de que tus resultados siempre son los mismos: Desamor crónico en los doce pares craneanos, soledad asintomática reflexiva cardiovascular y portadora de la bacteria del orgullo metabólico en la espina dorsal, la receta te la pueden dar muchas personas, solo tú eres la dueña de tu destino, así como decidiste ser la dueña de tu mundo de invierno y soledad que cargas contigo día a día.
Camila fue una de las personas más increíbles que conocí, y sé que donde está, sigue pensando y sintiendo lo mismo y aún no encuentra la verdadera paz, ni el verdadero amor que tanto ha buscado, y en el cual me reflejo y me incluyo, aunque anhelamos tener a una persona, cuando encontramos a alguien igual, no podemos fijarnos en estas, por más buenas que sean, y tú lo sabes Camila, lo tuyo era físico, lo mío era emocional.
Camila murió ayer y se llevó consigo una parte de mi corazón y de esa historia que pudimos escribir ambos, pero que no quizo, tal vez porque presentía lo que iba a pasar;y, a pesar de todo, sé que seguiras siendo como siempre hasta ahora, aún si muero, te voy a amar toda mi vida, desde dondequiera que esté, pequeña Camila.
1 comentario:
Especie de demonio te invade mientras escribes
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