Era ella en la escencia de su estilo, en la perfección de sus pasos, en la seguridad de su camino, era ella haciéndolo olvidar por un momento la figura tierna y dulce, los ojos negros y grandes y el cabello lacio azabache de Ariana, la chica de la que estaba enamorado y que, por cierto, no le daba un quinto de bola.
Volvía apurado caminando por la acera que divide la Javier Prado con la Universidad de Lima, y con el reproductor en 'play' miraba los salones vacíos y las luces que ya se dejaban ver mientras que la noche iba cayendo lentamente y el sol de fondo dejaba ver sus últimas luces. Había tomado una combi equivocada que iba por la avenida Encalada y él quería ir a Camino Real, entonces no le quedó más remedio que bajar y volver a cruzar toda la mierda que es Javier Prado en hora punta y con carritos y combicitas que van zigzagueantes por los carriles de la ancha vía, pero como Uzielito es correcto y educado, ni cagando irrumpiría a empellones sorteando carros cual culebra selvática o como un loco calato africano con el mambo al aire, no, él prefiere darse absolutamente toda la vuelta y cruzar el puente de la universidad y llegar al paradero del otro lado.
Así lo hizo, con el reproductor encendido, sonaba en sus oídos la melodía 'esta madrugada' de Amaral y como siempre, en su mente solo estaba la imagen de la muchachita de ojos vivaces y de cabello liso, tan liso como su corazón. La había conocido hace algunas semanas por intermedio de amigos en común, en una reunión vespertina en la casa de unas gemelas muy amigas de él, se habían mandado mensajes durante varias semanas, habían salido un par de veces y en eventuales ocasiones, se trataban como algo más, era todo muy extraño porque o él estaba malinterpretando las cosas mal, o ella estaba jugando un poco con la inocencia de Uziel, que tonto no era pero confiado sí. Quizás se ilusionó rápido, quizás pensó cosas que no debía, de repente la extrañaba mucho y pensaba en ella, en esas tardes de conversaciones frente al mar, de risas y planes en el futuro, en mil cosas, mil cosas que desaparecieron de su mente por un momento cuando cruzó ese puente al caer la noche.
"Ariana, hasta el nombre lo tienes bonito, cuando pienso en que contigo podría ser feliz y tener una familia bonita, con hijos bonitos, cuando pienso en las tardes juntito a ti en esa banca frente al mar, cuando soy feliz y tú ni cuenta te das al mirarte y descubrir una manera diferente de mirar, de voltear a verme, tu manera de abrazarme y ese perfume que tus papás te regalaron, ese olor que se queda en mi piel y llega hasta mi corazón y no se va, hasta ahora no se va, Arianita, si me quisieras y no te fuera tan indiferente y no me trataras como cualquier cosa, como si fuera un simple amigo más, estoy cansado de ser tanto tiempo tu puto amigo, no me interesa, te quiero tanto como para desperdiciar la fuerza de lo que siento con una simple amistad que te limita a muchas cosas, lo mío no se limita ante ti, ni a lo físico, ni a lo espiritual, ni a lo amical, te quiero tal cual y si me vieras distinto serías muy feliz, Arianita, te juro..."
La gente iba y venía mientras Uziel estaba un tanto ido pensando en que hacía casi dos semanas, él había decido no aparecerse en la vida de Ariana, quería ver si ella lo necesitaba tanto (en un juego que era de uno porque era probable que ella ni siquiera se haya dado cuenta del drama que hacía) como él y si lo extrañaba y si era capaz de reclamarlo. Dos largas semanas pasaron y absolutamente nada, ni un mensaje, ni una llamada, ni una alerta, ni mierda, y en cierta parte no era justo porque él no la había dejado de pensar un solo momento, pero también algo de culpa tenía porque el chiquillo se meaba de miedo de decirle que le gustaba y que quería estar con ella siempre, no podía, se le encogían los cojones y segurito que se iba a morir sin decirle nada y jodido hasta el final.
En un momento todo cambió. Ya había doblado la esquina de Javier Prado hacia Olguín para poder subir al puente y de pronto aparece casi a la misma velocidad con la que él caminaba una muchacha que parecía como salida de un cuento de hadas o de alguna película europea: la Barbie deportista.
Alta, casi del mismo tamaño de él (que no era poco, un metro y 80 centímetros, algo más, algo menos) zapatillas Roxy de colores en una combinación casi perfecta con el color de sus piernas tersas, fuertes, una pulsera en el tobillo derecho y un short apretado hasta la parte más alta de sus muslos, su polo era lila y su cabello también lacio y marrón, se notaba que hacía deporte, que tenía bien cuidada cada una de las partes que lucía sin miramientos en plena calle.
Cruzaron las miradas entre el pase atiborrado de gente que bajaba y los que intentaban subir al puente como Uziel y la muchacha deportista. Tenía algo en esa mirada extraña, como un rastro de melancolía, de tristeza que conmovió a Uziel, la siguió hasta que no pudo más y miró al cielo como intentando tomar un respiro. La dejó pasar primero y así pudo subir las gradas casi sin dificultad, él, agazapado entre el tumulto, sentía más de cerca el perfume que era completamente distinto al que usaba Ariana, quizás en lo único que se parecían físicamente era en el cabello, después, eran todo lo contrario. Y así, hasta que ya no subían una grada más sino que caminaban observando abajo cómo las luces rojas se perdían más allá de sus vistas, sin decir una palabra. De pronto, el silencio entre ambos se rompió.
-Si sigues así de apurado y nervioso, probablemente acabes en cualquier sitio menos en donde piensas terminar hoy.
La muchachita ágil esbozó una sonrisa después de sorprenderlo al decirle aquella frase. Por supuesto, él no entendía un carajo de qué estaba pasando, pero no importaba, ya estaba hablando con ella y era algo que debía ser una señal, porque él jamás imagino ni planeó que todas las circunstancias lo lleven hacia donde estaba.
-Después de esto, apurado no creo que siga y nervioso sí, es imposible no sentirme distinto estando contigo.
-Nos acabamos de conocer...
-Igual me pones nervioso y no sé por qué- Uziel se lo dijo algo contrariado.
La gente y la bulla parecían haber desaparecido porque en ese momento el mundo para Uziel giró en torno a la bella chica de las zapatillas curiosas, que lo miraba con ternura cuando le hablaba, lo hacía sentir cómodo, había hecho olvidar a Ariana, aunque sea por un momento.
-No tengas miedo de caminar solo, date cuenta que tu vida se rige por eso. Sabes a dónde vas hoy pero no sabes a dónde llegarás mañana, ni de aquí en 20 años, no por eso vas a dejar de caminar; aunque no veas claramente qué hay después, no dejes de seguir, pero ten en cuenta que no siempre habrá alguien que esté para tomar tu mano y llevarte hasta tu destino final, a veces tendrás que hacerlo solo, tienes que aprender eso para que puedas sobrevivir.
La escuchó atentamente y la miraba a los ojos a cada segundo, quería grabar su imagen para siempre, y si era posible, intentar tener comunicación con ella siempre. El camino se acababa y para cuando ella terminó de armar todas esas frases, él aún no entendía por qué se las había dicho pero que le sirvieron para sentirse mejor, para hacer que olvidara a Arianita escuchando el consejo fugaz de una desconocida en medio de un puente en una ciudad horrible y caótica a las 6 de la tarde.
-Habrá en tu vida ángeles, personas que aparezcan de pronto y no sepas cómo ni de dónde, simplemente te harán la vida más fácil, tú eres una buena persona, debes esperar el tiempo adecuado, esperar a que no jueguen contigo y que encuentres un corazón a la altura de tu nobleza que te dé alas, que te haga flotar, que te haga llegar a alcanzar una de esas estrellas azules de tanto amor, no te rindas, un ángel te cuida, precioso.
Llevó su mano sobre su cabeza y apuntó al cielo, de pronto, una multitud de gente se empujaba e intentaban subir a empellones mientras ellos bajaban, Uziel se quedó observando una estrella luminosa que, increíblemente, iluminaba el cielo siempre plomo (aún en verano) y triste de Lima, cuando volteó a agradecerle y a abrazarla, ella ya no estaba.
Había desaparecido como por arte de magia, volteó la cabeza a todos los lados y entre la multitud quiso buscarla pero no la halló, nunca le preguntó el nombre ni de dónde era, se quedó con la impresión de que aquella bella muchacha no caminaba sino flotaba entre todos, como un ángel silente que quizás estaba ahí para cuidarlo. De arriba aún, la buscó incansablemente varios minutos pero fue inútil, solo se quedó ese olor del perfume que había sentido cuando empezaban a subir, su mirada fija y su caminar decidido, ahí entendió que la gran diferencia estaba en que ella sabía a dónde iba, que por eso desapareció así de rápido. Los que saben a dónde van, no demoran, hacen las cosas más prolijas y bien, no tienen dudas, no están con mariconerías, Uziel no sabía adónde iba, no se animaba a decir nada, no tenía sino cierto, de lo único que estuvo seguro esos cinco minutos que duró el encuentro con la muchachita bella, fue que estuvo ahí y que quizás un ángel haya bajado para darle una lección de cómo tenía que enfrentar la vida y los problemas, y también para que olvide un poco a Ariana, se salga de el escenario y empiece a ver las cosas desde afuera, de ese punto de vista del que la mayoría de personas que comete errores, jamás ve.
Bajó las escaleras feliz y triste a la vez, quería aunque sea darle las gracias y ver por última vez a ese sueño que fue la chica de las zapatillas curiosas (las amó, amó su estilo, amó todo de ella) de pronto puso su mano en el bolsillo para sacar dinero y comprar agua, la necesitaba, y encontró una cadena de plata que tenía un dije y en él había una inscripción: 'Melpómene'.
No hacía falta armar más el rompecabezas, ya casi lo tenía todo entendido, Melpómene existía y había existido y existiría siempre en su corazón y adonde quiera que él la llevase. Pasaron diez minutos y de pronto le llegó un mensaje al celular.
"Uzielito, ¿cómo estás? ¿qué ha sido de tu vida? Estos días nos tenemos que ver sí o sí, avísame cuando puedas por favor. Ariana".
Uzielito, desde aquel momento entonces, ya sabía qué hacer.
Volvía apurado caminando por la acera que divide la Javier Prado con la Universidad de Lima, y con el reproductor en 'play' miraba los salones vacíos y las luces que ya se dejaban ver mientras que la noche iba cayendo lentamente y el sol de fondo dejaba ver sus últimas luces. Había tomado una combi equivocada que iba por la avenida Encalada y él quería ir a Camino Real, entonces no le quedó más remedio que bajar y volver a cruzar toda la mierda que es Javier Prado en hora punta y con carritos y combicitas que van zigzagueantes por los carriles de la ancha vía, pero como Uzielito es correcto y educado, ni cagando irrumpiría a empellones sorteando carros cual culebra selvática o como un loco calato africano con el mambo al aire, no, él prefiere darse absolutamente toda la vuelta y cruzar el puente de la universidad y llegar al paradero del otro lado.
Así lo hizo, con el reproductor encendido, sonaba en sus oídos la melodía 'esta madrugada' de Amaral y como siempre, en su mente solo estaba la imagen de la muchachita de ojos vivaces y de cabello liso, tan liso como su corazón. La había conocido hace algunas semanas por intermedio de amigos en común, en una reunión vespertina en la casa de unas gemelas muy amigas de él, se habían mandado mensajes durante varias semanas, habían salido un par de veces y en eventuales ocasiones, se trataban como algo más, era todo muy extraño porque o él estaba malinterpretando las cosas mal, o ella estaba jugando un poco con la inocencia de Uziel, que tonto no era pero confiado sí. Quizás se ilusionó rápido, quizás pensó cosas que no debía, de repente la extrañaba mucho y pensaba en ella, en esas tardes de conversaciones frente al mar, de risas y planes en el futuro, en mil cosas, mil cosas que desaparecieron de su mente por un momento cuando cruzó ese puente al caer la noche.
"Ariana, hasta el nombre lo tienes bonito, cuando pienso en que contigo podría ser feliz y tener una familia bonita, con hijos bonitos, cuando pienso en las tardes juntito a ti en esa banca frente al mar, cuando soy feliz y tú ni cuenta te das al mirarte y descubrir una manera diferente de mirar, de voltear a verme, tu manera de abrazarme y ese perfume que tus papás te regalaron, ese olor que se queda en mi piel y llega hasta mi corazón y no se va, hasta ahora no se va, Arianita, si me quisieras y no te fuera tan indiferente y no me trataras como cualquier cosa, como si fuera un simple amigo más, estoy cansado de ser tanto tiempo tu puto amigo, no me interesa, te quiero tanto como para desperdiciar la fuerza de lo que siento con una simple amistad que te limita a muchas cosas, lo mío no se limita ante ti, ni a lo físico, ni a lo espiritual, ni a lo amical, te quiero tal cual y si me vieras distinto serías muy feliz, Arianita, te juro..."
La gente iba y venía mientras Uziel estaba un tanto ido pensando en que hacía casi dos semanas, él había decido no aparecerse en la vida de Ariana, quería ver si ella lo necesitaba tanto (en un juego que era de uno porque era probable que ella ni siquiera se haya dado cuenta del drama que hacía) como él y si lo extrañaba y si era capaz de reclamarlo. Dos largas semanas pasaron y absolutamente nada, ni un mensaje, ni una llamada, ni una alerta, ni mierda, y en cierta parte no era justo porque él no la había dejado de pensar un solo momento, pero también algo de culpa tenía porque el chiquillo se meaba de miedo de decirle que le gustaba y que quería estar con ella siempre, no podía, se le encogían los cojones y segurito que se iba a morir sin decirle nada y jodido hasta el final.
En un momento todo cambió. Ya había doblado la esquina de Javier Prado hacia Olguín para poder subir al puente y de pronto aparece casi a la misma velocidad con la que él caminaba una muchacha que parecía como salida de un cuento de hadas o de alguna película europea: la Barbie deportista.
Alta, casi del mismo tamaño de él (que no era poco, un metro y 80 centímetros, algo más, algo menos) zapatillas Roxy de colores en una combinación casi perfecta con el color de sus piernas tersas, fuertes, una pulsera en el tobillo derecho y un short apretado hasta la parte más alta de sus muslos, su polo era lila y su cabello también lacio y marrón, se notaba que hacía deporte, que tenía bien cuidada cada una de las partes que lucía sin miramientos en plena calle.
Cruzaron las miradas entre el pase atiborrado de gente que bajaba y los que intentaban subir al puente como Uziel y la muchacha deportista. Tenía algo en esa mirada extraña, como un rastro de melancolía, de tristeza que conmovió a Uziel, la siguió hasta que no pudo más y miró al cielo como intentando tomar un respiro. La dejó pasar primero y así pudo subir las gradas casi sin dificultad, él, agazapado entre el tumulto, sentía más de cerca el perfume que era completamente distinto al que usaba Ariana, quizás en lo único que se parecían físicamente era en el cabello, después, eran todo lo contrario. Y así, hasta que ya no subían una grada más sino que caminaban observando abajo cómo las luces rojas se perdían más allá de sus vistas, sin decir una palabra. De pronto, el silencio entre ambos se rompió.
-Si sigues así de apurado y nervioso, probablemente acabes en cualquier sitio menos en donde piensas terminar hoy.
La muchachita ágil esbozó una sonrisa después de sorprenderlo al decirle aquella frase. Por supuesto, él no entendía un carajo de qué estaba pasando, pero no importaba, ya estaba hablando con ella y era algo que debía ser una señal, porque él jamás imagino ni planeó que todas las circunstancias lo lleven hacia donde estaba.
-Después de esto, apurado no creo que siga y nervioso sí, es imposible no sentirme distinto estando contigo.
-Nos acabamos de conocer...
-Igual me pones nervioso y no sé por qué- Uziel se lo dijo algo contrariado.
La gente y la bulla parecían haber desaparecido porque en ese momento el mundo para Uziel giró en torno a la bella chica de las zapatillas curiosas, que lo miraba con ternura cuando le hablaba, lo hacía sentir cómodo, había hecho olvidar a Ariana, aunque sea por un momento.
-No tengas miedo de caminar solo, date cuenta que tu vida se rige por eso. Sabes a dónde vas hoy pero no sabes a dónde llegarás mañana, ni de aquí en 20 años, no por eso vas a dejar de caminar; aunque no veas claramente qué hay después, no dejes de seguir, pero ten en cuenta que no siempre habrá alguien que esté para tomar tu mano y llevarte hasta tu destino final, a veces tendrás que hacerlo solo, tienes que aprender eso para que puedas sobrevivir.
La escuchó atentamente y la miraba a los ojos a cada segundo, quería grabar su imagen para siempre, y si era posible, intentar tener comunicación con ella siempre. El camino se acababa y para cuando ella terminó de armar todas esas frases, él aún no entendía por qué se las había dicho pero que le sirvieron para sentirse mejor, para hacer que olvidara a Arianita escuchando el consejo fugaz de una desconocida en medio de un puente en una ciudad horrible y caótica a las 6 de la tarde.
-Habrá en tu vida ángeles, personas que aparezcan de pronto y no sepas cómo ni de dónde, simplemente te harán la vida más fácil, tú eres una buena persona, debes esperar el tiempo adecuado, esperar a que no jueguen contigo y que encuentres un corazón a la altura de tu nobleza que te dé alas, que te haga flotar, que te haga llegar a alcanzar una de esas estrellas azules de tanto amor, no te rindas, un ángel te cuida, precioso.
Llevó su mano sobre su cabeza y apuntó al cielo, de pronto, una multitud de gente se empujaba e intentaban subir a empellones mientras ellos bajaban, Uziel se quedó observando una estrella luminosa que, increíblemente, iluminaba el cielo siempre plomo (aún en verano) y triste de Lima, cuando volteó a agradecerle y a abrazarla, ella ya no estaba.
Había desaparecido como por arte de magia, volteó la cabeza a todos los lados y entre la multitud quiso buscarla pero no la halló, nunca le preguntó el nombre ni de dónde era, se quedó con la impresión de que aquella bella muchacha no caminaba sino flotaba entre todos, como un ángel silente que quizás estaba ahí para cuidarlo. De arriba aún, la buscó incansablemente varios minutos pero fue inútil, solo se quedó ese olor del perfume que había sentido cuando empezaban a subir, su mirada fija y su caminar decidido, ahí entendió que la gran diferencia estaba en que ella sabía a dónde iba, que por eso desapareció así de rápido. Los que saben a dónde van, no demoran, hacen las cosas más prolijas y bien, no tienen dudas, no están con mariconerías, Uziel no sabía adónde iba, no se animaba a decir nada, no tenía sino cierto, de lo único que estuvo seguro esos cinco minutos que duró el encuentro con la muchachita bella, fue que estuvo ahí y que quizás un ángel haya bajado para darle una lección de cómo tenía que enfrentar la vida y los problemas, y también para que olvide un poco a Ariana, se salga de el escenario y empiece a ver las cosas desde afuera, de ese punto de vista del que la mayoría de personas que comete errores, jamás ve.
Bajó las escaleras feliz y triste a la vez, quería aunque sea darle las gracias y ver por última vez a ese sueño que fue la chica de las zapatillas curiosas (las amó, amó su estilo, amó todo de ella) de pronto puso su mano en el bolsillo para sacar dinero y comprar agua, la necesitaba, y encontró una cadena de plata que tenía un dije y en él había una inscripción: 'Melpómene'.
No hacía falta armar más el rompecabezas, ya casi lo tenía todo entendido, Melpómene existía y había existido y existiría siempre en su corazón y adonde quiera que él la llevase. Pasaron diez minutos y de pronto le llegó un mensaje al celular.
"Uzielito, ¿cómo estás? ¿qué ha sido de tu vida? Estos días nos tenemos que ver sí o sí, avísame cuando puedas por favor. Ariana".
Uzielito, desde aquel momento entonces, ya sabía qué hacer.