A mí me gusta esa chica de ojos grandes. O tal vez no me gusta tanto pero yo termino suponiendo que sí. Lo que más me atrae es la manera tan sutil de seducirme, de enamorarme, pero a la vez, de tratarme mal. Esa chica color luna siempre llama por las noches, me despierta muy temprano y a la tarde me acompaña a mi casa después de las labores de la universidad.
Esa chica inesperada se fue haciendo mi amiga, es inteligente y aplicada y cumple siempre los deberes académicos. Se ha convertido en mi amiga, mi compañera, mi mejor manera de escapar de algunas cosas. Sinceramente al principio no pensé en fijarme en esa chica así de simple, creo que nadie piensa en enamorarse de alguien hasta que simplemente llega, pero yo no estoy enamorado, o tal vez sí, pero no quiero aceptarlo. Probablemente me esté enamorando y no me haya dado cuenta aún, cosa que es aún más peligrosa: No hay peor enfermedad que la del amor crónico asintomático.
No sientes nada, crees que no vas a sentir nada, piensas que nunca has sentido nada, pero terminas más enamorado que pierdes un poco la razón.
En parte yo pienso que el amor es perder un poco la razón.
Es más, yo podría postular que, para enamorarse, hay que estar un poco loco (entiéndase por loco, a un ser carente de razón para discernir entre lo racional y lo emotivo) , definitivamente sí, hay que ser loco y valiente, no es fácil querer a alguien de una manera desproporcionada, y menos aún si esta persona no retribuye tal acto de cariño y afecto que uno tiene a bien brindarle, y es que en la vida como en el fútbol, uno sabe cómo puede empezar el partido, pero nunca se sabe cómo se va a acabar.
Hay que saber enfrentar, es la única manera.
Pero no me quiero desviar, estaba en la chica de ojos grandes.
Yo estoy enamorandome (o quizás no, o no lo sé) pero no siempre esto fue así. Y con esto he comprobado que, como dijo cristóbal, la tierra no es redonda, pero definitivamente es cíclica y gira, gira, gira. Me ha girado muchas veces, y he terminado más mareado que cualquier otro, si a esto le sumamos que el amor también es tangencialmente equidistante al espiral vital, entonces lamentablemente tengo que decir que siempre terminamos inmersos o en uno, o en otro, para nuestro bien, o para nuestro mal.
Por eso estoy odiando tanto a mi chica color luna, porque siempre termino volviendo a ella.
O entrando en el espiral de su juego macabro, inhumano.
Mi chica de sonrisa tímida se enamoró de mí primero y porsupuesto a mí no me importó, la sabía como una amiga, la sentía como una hermana, me reía de las cosas que decía, la pasaba excelente con ella, admiraba su inteligencia, su forma de conversar, su tono de voz, pero nunca la vi como algo más, supongo que entre los amigos puede existir una admiración parecida...¿O es que es cierto que entre un hombre y una mujer no puede haber una amistad? No lo sé, probablemente sí pueda existir, pero en este caso creo que no. Ella me dijo que me quería como algo más un par de veces, me seguía siempre, me llamaba, me buscaba, me hacía las tareas, preguntaba si estaba bien o no, yo intenté alejarme, pero al final terminé cediendo.
Al principio a esa chica color luna no la quería como algo más y necesitaba sacármela de encima, pero terminó ganándome la batalla y sin darme cuenta me acostumbré a sus palabras, a todo de ella, la empecé a ver como algo más.
De pronto, esa chica no fue aquella chica.
Desapareció, cambió, no me necesitó más, o probablemente fingió no necesitarme cansada de tantos desplantes míos, cansada de tanta indiferencia, de tanta apatía. Los días fueron pasando así, en silencio, silencio de ella, silencio mío, ya no se sentaba a mi lado, ya no me hablaba como antes, dejó de frecuentarme, me evitaba en el salón de clases, se iba rápido a las salidas, no me despertaba en las mañanas, no me llamaba en las noches e inexplicablemente la fui extrañando poco a poco.
A esa chica que huía la buscaba ahora sin cesar, por donde estuviera, necesitaba encontrármela, necesitaba saber de ella, a veces solo en mi dormitorio me ponía a pensar en qué había pasado, escuchaba música y pensaba en ella, escribía versos y pensaba en ella, hacía mis deberes y pensaba en ella, y siempre pensaba en ella y lo peor de todo es que ya no podía controlar eso, ya era demasiado difícil y creo que incluso, demasiado tarde. Cuando intentaba hablar con esa chica color luna, me decía que estaba ocupada y que otro día podíamos hablar, sin embargo siempre tenía tiempo para la nueva gente, para las nuevas personas que fue conociendo en el camino, para sus diversiones semanales, para sus amigos eventuales, para todos, menos para mí. En parte sentía que mi reclamo era justo, simplemente quería que vuelva a ser como antes, que ella me ruegue y yo estar ahí, esta vez sí estar ahí, ya no alejarme más. O por último, que no me ruegue, pero que entienda que yo también entendí que la quiero y que ella ahora no quiere entender.
No entiendo nada.
Del amor nunca termino entendiendo nada.
Es más confuso que un problema de geodesía.
El amor (lo he pensado mucho) supongo que está graficado en una hoja cuadriculada, donde cada quien, sumado con su cada cual, da como resultado una relación óptima. Una larga ecuación indecifrable para muchos, que solo entienden los sumandos enamorados. Cuando algo falla el resultado no es exacto y ahí radica el problema de las matemáticas del amor: Lamentablemente basta que falle algo, por más mínimo que sea, para que ya no sea lo mismo y aunque se pueda seguir resolviendo el problema, ya el resultado no es el que uno planeó tener. Entonces cuando te resignas a saber que no va a funcionar porque empleaste mal un término, borras todo lo que con tanta devoción habías pensado y plasmado en el papel que soporta las fauces inclementes del amor. Es allí donde aparecen las otras cuadrículas y de pronto vuelves a plantear una ecuación que crees que sí será correcta, y vuelves a fallar, y así, hasta que las cuadrículas se acaben.
A mí se me acabaron las cuadrículas solo contigo.
No estaba en mis cálculos enamorarme así de ti (Creo que a estas alturas ya estoy algo más convencido de lo que estaba al principio del relato)
Y entonces van apareciendo los miedos, te confieso.
Tengo miedo de seguir sintiendo esto, porque ahora sé que tú no estás igual que yo, que no sientes igual que yo, o que probablemente eres tan cobarde que no te atreves a decirme a la cara que me quieres como antes por la culpa de ese maldito orgullo que siempre vive contigo.
Tengo miedo de reconocer que me estoy enamorando (o que ya me terminé de enamorar para cuando termine de escribir esto) porque en el fondo sé que me he creado mil máscaras para que no sepan cómo soy realmente y todo lo que puedo dar, pero que se me van a caer poco a poco si me dejo llevar por ti como lo he venido haciendo hasta ahora, porque felizmente ya me estás hablando más y por eso me estoy ilusionando más contigo.
Tengo miedo de besarte cada vez que te veo por el maldito qué dirán, porque sé que no tenemos nada y porque estoy en la etapa más terrible antes de estar con alguien : El no saber si pasará algo o no. Estoy en la incertidumbre porque no sé qué somos. Ayer me has intentado besar, lo has conseguido, te he correspondido, me ha encantado cómo lo has hecho y te he visto aún más guapa de lo que eres, aunque todos me digan que no eres atractiva con el metro sesenta que tienes, pero hasta en eso cambié mi manera de pensar con respecto a ti y hoy me has vuelto a besar, me has acompañado hasta mi casa, me tomaste de la mano y me dijiste "Te quiero"
Maldita sea, te he creído todo, absolutamente todo.
He creído que eres real, que ya me quieres como antes, pero hoy mismo te llamé en la tarde para vernos otra vez, desesperado porque ya te extrañaba al segundo de que te fuiste y me cortaste el teléfono, me dejaste un mensaje y me dijiste "Tengo que estudiar, hoy no puedo" Y la verdad es que no te entiendo, porque me tienes inestable y lo que precisamente necesito es un poco de eso, de estabilidad, y no sé qué demonios hacer porque pasan los días y seguimos en lo mismo y te llamo y me evades y solo tengo el recuerdo en mi cerebro, el recuerdo de que algún día tú estuviste tan ansioso como yo, lo olvidé por completo algún tiempo, y decidiste alejarte, tampoco te lo voy a reprochar, no te preocupes, pero ya debes saber que cada vez me gusta más que me trates tan bien, que hables tan bien de las personas, que seas toda una dama, que seas tan inteligente, que me digas que me quieres con tanta ternura y en el fondo, también que me ignores cuando quieras y que hagas conmigo lo que se te dé la gana, porque siento que te vengas poco a poco de lo que te hize sentir cuando recién te conocí y no te culpo, pero tampoco te justifico, eso no se hace chica mala, ¿No te has puesto a pensar acaso que la vida es tangencialmente equidistante al espiral que mueve el amor?
Esa chica color luna, la que me llamaba en las noches, la que me despertaba en las mañanas, con la que fui a ver el mar alguna tarde, tuvo que convertirse en esa chica color olvido, porque sino me iba a ir consumiendo de a pocos y lamentablemente tengo la estúpida enfermedad que no me deja ser libre, cada circunstancia ayuda más a que se haga más crónica, ¿cuándo dejaré de ser depresivo? No lo sé, tal vez no valga la pena estar mal por ti ahora, sino fuera porque te quiero tanto y me gusta pensarte tanto, yo no elegí ni imaginé enamorarme de ti, porque supuestamente los amigos no se enamoran nunca, pero desde que has llegado mi vida es distinta y tú tan indiferente, vas a seguir probablemente así hasta que tengas la valentía de decirme que me quieres o de decirme que nunca vas a estar conmigo, pero de todos modos ya basta, por favor, sea como sea, no me dejes dudando, tú mejor que nadie puedes cerrar esta historia, sea para bien, o sea para mal.
Esa chica color olvido irá perdiendo el color y se irá un poco más al olvido.
Yo me voy a encargar de que sea así.
Solo espero que después no sea demasiado tarde para los dos.
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