viernes, 10 de diciembre de 2010

Menú chino

Aquella noche nada podía fallar.

Carlitos había dormido toda la tarde porque sabía que su fiestita iba a durar hasta bien entrada la mañana, durmió como pagado el concha, no lavó los platos del almuerzo a pesar de que su mamá se lo dejó encargado, no limpió ni ordenó su cuarto que tenía las medias percudidas del día anterior abajo de la cama, cuando jugó una pichanga, no hizo ni un carajo porque tenía sueño. El culpable de ese sueño había sido una película porno la noche anterior, una de esas que se compró con tres amigos más (aún castos o viciosos, supongo) en el hueco o en algún rincón del centro de Lima, una de esas galerías donde venden puzanga, yombina y otros afrodisíacos que estimulan la potencia del miembro viril masculino, del mípalo, del amigo.

Como ya había dicho, esa noche nada podía fallar porque precisamente el buen Carlitos iba a estrenar su primera aventura con 'el amigo'. Lo había preparado entonces psicológicamente una noche antes mientras estaba en 'la concentración' viendo aquella película porno: el buen Carlitos tenía 21 y se había graduado con honores, de pajero. Es más, si la Academia Sueca confiriera un Nobel al más pajero, Carlitos se lo ganaba por unanimidad, y con extensión del premio por un par de años al menos. Pero como sabemos que los que entregan y eligen en premio son suecos, por ende lo que mejor hacen es hacerse los suecos y prefieren el protocolo y la huevadita formal.

El precoz joven vio la película y terminó la faena a las cuatro de la madrugada, toda la tarde pudo dormir hasta que se despertó, sacó algo de comida, se bañó, se peinó bonito, se vistió con la mejor ropa y se fue directo a la fiestita.
En toda historia de este tipo hay una protagonista, pasaré a presentarla: Lorena. Rostro armónico, cuerpo delicioso, tetas ricas y sexy al natural, sin fingir mucho, sin pose de cholita de hi5, sin exagerar, era la amiga más 'íntima' de Carlitos, la que, previas conversaciones nocturnas, se había encargado de calentarlo al punto de quedar para aquella noche donde sea dar rienda suelta a sus instintos.

Como todas las buenas señoritas se cohiben con la luz, una paloma (de esas que nunca faltan en las fiestas para emparejar gente o para gozar con el deseo del prójimo) la apagó y soltó una serie de canciones del repertorio más fino de la historia del reguetón. Todas dejaron sus poses de divas y de 'yo soy pinki, boni, fresi' y se entregaron al calor, sudor, bailando reguetón; calor, sudor, sigue bailando y no pares. Las más perjudicadas fueron sin duda las paredes y el piso, por obvias razones que ya comprenderán.

El jovencito, inexperto y agraciadito Carlitos bailaba con su pareja, la pequeña Lorena, cuya entrega al baile es máxima y no escatima en esfuerzos y se abre a la posibilidad de hacer las veces de maestra profesional graduada en alguna universidad (Niza, Calle 8, Los botes) que dicta cátedra como los dioses, tanto que inhibe a Carlitos, el pajerito, porque él es pajero y no sabe mover bien la pelvis para satisfacción de Lorena en el frenesí del baile, sino que solo sabe mover al 'amigo' con sus manos.

Aquella noche nada podía fallar. Ya había encontrado la manera de despertar la pasión y el deseo en su acompañante de aquella noche bajo el ritmo puteril y caribeño, ese que la juventud tanto gusta bailar. Entonces voltea a Lorena, que estaba algo ansiosa y la mira con pose de divo, como si fuera galán de novela mexicana, o en este caso, venezolana, un poco más pobre, e inmediatamente ella lo mira y se muerde los labios y se pega a él, despacito sus manos en medio de la oscuridad van por el vientre de Carlitos, que ya muestra algunos signos de nerviosismo.

La luz se prende bruscamente y del fondo entre la bulla una voz sobresale entre todas y se escucha:

-¡Hoy día sales de pajero, Carlitos, bravo!

Inmediatamente apagaron la luz, Carlitos el pajerito se puso más tenso aún, sin embargo, Lorena lo calmó, intentó buscar rozar su cuerpo con el suyo otra vez, él no se resistió, de pronto ella se volteó y se pegó mucho, logró volver a sentir cómo algo en él iba tomando forma casi humana. Iban al cuarto del dueño de la casa, así calladitos nomás, sin mucho roche, se lo llevó apuradito para que no sospechen aunque la mayoría ya lo sabía. Se tendieron en la cama y empezaron.

En realidad casi ni empezaron y ya habían acabado. Echado en la cama, Carlitos miraba cómo Lorena se sentaba en su pelvis, aún con la falda puesta y se sacaba el polo, tomó las manos del imberbe y las puso sobre sus pechos grandes, él algo torpe, intentaba moverse rápido, no había coordinación entre sus movimientos, lo que hacía y lo que quería hacer tratando de imitar la película porno que había visto un día antes. Al percatarse de esto, Lorenita, como es experimentada, se bajó en invirtió la posición, ahora ella echada y él de rodillas, como perro, intentando darle placer para que puedan llegar al éxtasis al mismo tiempo. Entonces el bajó suavemente la última prenda y hundió su cabeza hasta que sintió que la cama sonó fuerte, Lorenita pensó "puta madre primito, tienes que comprarte cama nueva porque así no se puede", a pesar de todo no lo hacía mal, ella lo guiaba para que vaya encontrando el camino y cada vez lo haga mejor, el problema era que Carlitos es pajerito, con una mano sostenía la parte íntima de Lorenita y con la otra se estaba masajeando el amigo, malsana costumbre.

No habrán pasado ni 6 minutos desde que Lorena invirtió los papeles para lograr una armonía, un equilibrio entre su tiempo de llegar al placer y el de Carlitos, hasta que de pronto, en un estado casi catatónico, frenético, el Nobel de pajero se levantó y dirigió su boca hacia la de ella, mordió su labio y apenas ella sintió que 'el amigo' entraba en su profundidad cónvexa, se iba desinflando como un globo viejo, luego lo empujó y el sacó inmediatamente al intruso malcriado por apurado e intentó explicar en vano lo sucedido...

-Puta Lore, lo siento, es que los previos me mataron, en serio, pero dame cinco minutitos, quizás menos, al toque nomás ya estoy otra vez, no me cagues Lore...

La explicación más cojuda digna de un pajero Nobel, a lo que Lorenita, con su sapiencia y frescura contestó con tono de enfado:

-Qué desgracia, menú chino tenías que ser pues...

Asombrado, Carlitos el pajerito preguntó,

-¿Menú chino, por qué Lore?

Poniéndose la ropa y casi sin mirarlo le gritó...

-¡Porque sopa...y chaufa! ya sal de acá, anda con tus pornos nomás.

Carlitos se quedó sentado en la cama pensando aún en la película de la madrugada anterior, "pero, ¿en qué fallé? ¿acaso no lo hize bien? quién entiende a las mujeres oye..." mientras que lorena bajó inmediatamente sin decirle nada, llegó a la sala y todos bailaban, cuando se dieron cuenta que estaba ahí le preguntaron inmediatamente "¿tan rápido, qué pasó, no me digas que se quedó dormido?", a lo que ella contestó "ni siquiera eso, no duró ni cinco minutos, contando todo, no jodas pues, a mí no me dejan a medias ni cagando, no ha nacido aún el hombre que me deje a medias".

De pronto, pasos cercanos se oyeron, era Carlitos el pajerito que ese día se graduó Doctor Honoris Causa; causa, batería reguetón. O no, mejor dicho, doctor Pajeris Causa, ese le va mucho mejor.

-Lorena, yo te puedo explicar, ven, hay que hablar, no podemos dejar esto así...

Alguien prendió las luces y entonces todos (incluida Lorena) gritaron al unísono...

-¡Eso te pasa por pajero, menú chino!

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